En los años 60 Luís Banchero Rossi era ya uno de los hombres más ricos del país y era también conocido por su audacia en las inversiones. Con fría astucia capturaba los mejores ejecutivos ofreciendo lo más altos sueldos; y con la misma naturalidad los despedía si no rendían los frutos esperados. De todos aguardaba lo mismo: que dedicaran todo el tiempo y esfuerzo que él mismo ponía en servicio de los negocios. Habían sido años de trabajo durísimo: era ya tiempo de dedicarse un poco al intelecto, pues entre transacción y transacción quedaba poco tiempo para leer.
A la vez su posición predominante en el seno del mundillo de los pesqueros hacia ya necesario asumir una posición política que defendiera los cada vez más crecientes intereses. Las posibilidades de subirse al adorado carro social oligárquico habían fracasado –según dicen- por una malhadada balota negra en el Club Nacional.
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Luis Banchero Rossi junto al fundador de nueve diarios, Raúl Villarán. Con el magnate lanzó Correo y Ojo. |
De otro lado, el Estado había fijado la mirada en sus fabulosas ganancias y reclamaban mayores contribuciones. Era el tiempo –calculó- de poseer un órgano de información que, unido a sus amigos parlamentarios, formara un Frente Pesquero que desbaratara cualquier intento de rozar las cuentas bancarias. Pero Banchero no era un inversionista corriente, al viejo estilo; su periódico tendría que ser, imaginaba entonces, una catapulta aniquiladora, ágil y centelleante dentro del grupo de los hieráticos matutinos tradicionales.
Muy pocos saben donde y cómo conoció al periodista Raúl Villarán Pasquel, hombre de empresa muy conocido a la par por su talento que por su fama de tumultuoso y agresivo. Villarán había obtenido grandes éxitos con el diario Última Hora, la revista Extra, el diario Expreso y otras publicaciones, de lúcida inteligencia aunque extraordinariamente apasionado y voluble a la vez que suspicaz e hipervigilante, Villarán fue el hombre que Banchero necesitaba para crear el nuevo imperio que había soñado. Había encontrado un periodista que tenía más imaginación que él.
Al reunirse con el magnate, Villarán esbozo un plan impresionante. Formarían una cadena de diarios que cubriría todo la Republica , primero la conquista de las provincias, luego Lima. De un solo zarpazo aplastarían a los diarios provincianos mediante el expediente de brindar las mejores noticias a través de lo más moderno en medios de comunicación electrónica, mas tarde, en Lima, se lanzarían al saturado mercado periodístico con un diario que seria copia a la criolla del famoso Bild Zeitung de Alemania Federal.
Luego de una conferencia de prensa en un hotel céntrico y en la que los periodistas escucharon asombrados y entusiasmados el Plan Villarán, el flamante director de la empresa Periodística Nacional (EPN) se abocó de lleno a la tarea de construir el nuevo imperio de Banchero.
Luis Banchero dio un toque romántico a la aventura: escogió Tacna, su ciudad natal, para la aparición del primer diario. Y así, en 1961, vio la luz Sur. El matutino tacneño escandalizó a los conservadores lugareños por sus noticias sensacionalistas y sus grabados escandalosos. La pacatería tacneña llego al colmo cuando el propio Obispo lanzo una furibunda pastoral contra el diario. Naturalmente, el anatema no hizo otro efecto que aumentar las ventas.
El equipo de periodistas era de lo mejor que podía conseguirse en el “mercado”. Atraídos por la generosa planilla de EPN, los más talentosos redactores abandonaron en masa las redacciones de los diarios para integrarse a lo que seria, según los planes, el más extraordinario experimento periodístico de la historia del país. Ese equipo editó los primeros ejemplares en el Sur y luego se trasladó a Piura donde acometió con entusiasmo la tarea de escandalizar a los también conservadores norteños. Allí apareció Correo de Piura. Luego corrieron a fundar el Correo de Arequipa haciendo palidecer a los calmosos periodistas mistianos; y de allí a Huancayo para cubrir toda la zona del centro.
La red había sido tendida. Afrontaban serios problemas aun no resueltos como el de las comunicaciones y algunos equipos de impresión deficientes por ejemplo. Aunque resolvieron con brillantez otros como el de armar un singular aparato logístico que proveía de papel, grabados, repuestos, etc. a los diarios filiales. Pero las dificultades no fue obstáculo alguno para que el dúo Villarán – Banchero decidiría por fin asaltar la plaza de Lima con el quinto Correo.
El 10 de julio de 1962 los canillitas vocearon el nuevo diario en aparición que había sido precedida de una millonaria publicidad.
En lo que respecta a los efectos previstos en provincias, el resultado era dudoso. La cadena no solo no había acabado con la “prensa chicha” sino que había causado un efecto contrario, de rebote.
Luego de los primero reveses causados por la novedad de los intrusos, los editores provincianos decidieron que era el momento de renovarse a la vez que oponerse firmemente a lo que consideraban violación de fueros sagrados. Por ejemplo, un latifundista, Juan Pardo Heeren, propietarios de una cadena de una docena de diarios, decidió defender su coto de Huancayo y Arequipa. En el norte le planteo batalla el diplomático millonario Vicente Cerro Cebrián quien modernizó los equipos de sus periódicos hasta el punto de superar la achacosa rota plana de Banchero.
Y el Lima el corte o estilo (“formula” la llamaba Villarán) no tuvo el impacto imaginado. Si bien es cierto que en poco tiempo convirtió en el periódico mejor informado de la ciudad, el público no lo acogió con entusiasmo. La combinación de tamaño mayor (estándar) con periodismo de visos sensacionalistas solo halló como eco frialdad absoluta.
De allí sobrevino lo que seria objeto de un largo debate: o se era serio o frívolo. Banchero prefería la seriedad por razones obvias; la influencia era lo que se necesitaba.
Las optimistas proyecciones económicas no se cumplieron y Banchero ajustó las clavijas a su antes generosa cuenta bancaria. Las estrellas periodísticas comenzaron a emigrar lentamente a sus trabajos originales; los gastos crecían (se dice que fueron del orden de los cincuenta millones de soles) y el flamante imperio no rendían los frutos aguardados con ansiedad por el directorio de la Sociedad Nacional de Pesquería, algunos de cuyos miembros habían aportado dinero.
Finalmente Raúl Villarán rompió con Banchero, terminando así una siempre agitada sociedad en la que menudeaban los altercados y que terminaban habitualmente con una renovación de aprecio. Pero quizá hubo una riña que fue la final y Villarán abandono la dirección de Correo.
A pesar del poco éxito económico de la empresa, Banchero podía ser de hecho considerado como un magnate de la prensa. Dominaba cinco diarios en el país y disponía así de un manejo de información que podía ser sabiamente esgrimido en cuestiones políticas. Y así lo entendieron también en altos niveles políticos, especialmente parlamentarios.
Luego de un periodo de transición en el que un periodista aprista ocupo el sillón que dejó Villarán, Banchero contrataría como director al parlamentario Manuel Ramírez del Villar, quien había sido expulsado del partido Democrático Cristiano acusado de intima relación con los intereses pesqueros.
Entretanto, Villarán presentaba una nueva formula a Banchero: Ojo. Un diario de la mañana de corte de vespertino, a sólo un sol y con sensacionalismo que él sabía infundir. Revelando un profundo conocimiento del mercado limeño Villarán edito Ojo para la empresa y sacudió a los “grandes” hasta los cimientos: el periódico fue un éxito total de venta. Es probable además que fuera buen negocio pues la inversión fuera mínima. Y en poco tiempo Ojo se convirtió en el diario mas vendido de la ciudad aunque tenía un defecto para sus propietarios. No tenía ninguna influencia y tampoco valor como pieza en el complicado ajedrez de la estrategia pesquera.
El principal movimiento de esa partida consistía en difundir a través de los diarios -y por supuesto con mayor vehemencia en los Correo- la especie de que el sector pesquero atravesaba serias crisis y que los intereses y economía del país se verían seriamente afectados si descendían la producción de harina de pescado la principal proveedora de divisas. La táctica había rendido frutos un par de veces. Primero la campaña a modo de colchón, luego la acción de los parlamentarios manejaba a través de un autenticó “lobby” y finalmente la obtención de una ley concedía ventajas tributarias.
Una nueva campaña se planeaba cuando Luis Banchero fue súbitamente despertado la madrugada del 3 de octubre de 1968. --¡Los militares han tomado Palacio! Trono una voz al otro lado de la línea.
El magnate no contesto y colgó el fono. Pensativo, se dijo íntimamente: --pues… habrá que comenzar de nuevo………
Juan Gargurevich - Mito y verdad de los diarios de Lima - Lima: Editorial Gráfica Labor, 1972
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